Las decisiones políticas de la UE que se impulsan a través de la Política Agrícola Común (PAC) modelan lo que terminamos poniendo en nuestros platos. La PAC que se ha desarrollado para el periodo 2023-2027, se presenta con la ambición de ser “el martillo” para llevar a cabo tres planes clave en la estrategia de sostenibilidad de la UE: la Estrategia «De la Granja a la Mesa”, la Estrategia sobre Biodiversidad y el Pacto Verde Europeo. En este ciclo, la PAC aspira a establecer el modelo agrícola más sostenible hasta la fecha, contando con un presupuesto que representa hasta el 33% del total de la UE, es decir, unos 387.000 millones de euros.

Mientras que la PAC ha existido desde el año 1962 para asegurar la supervivencia del sector agrícola, confiábamos que a partir de este periodo, la PAC fuera evolucionando hacia asegurar también su sostenibilidad. Sin embargo, estas últimas semanas han surgido informaciones sobre las intenciones desde la Comisión Europea de reducir, casi a la mitad, los requisitos ambientales establecidos, lo que significaría un duro golpe para esta PAC y, en nuestra opinión, un retroceso importante en los compromisos de la Unión Europea con una cadena agroalimentaria sostenible, ecológica y regenerativa.
¿Qué cambios trajo bajo el brazo la PAC 2023-2027?
La última actualización de la Política Agrícola Común (PAC) de la UE para el período 2023-2027 conserva su estructura básica, pero trae consigo importantes innovaciones en aspectos sociales y medioambientales. Estos cambios también permiten que los países de la UE tengan la capacidad de personalizar sus planes nacionales, ofreciéndoles así una mayor adaptabilidad a sus desafíos específicos.
Novedades en el ámbito social:
Se implementarán medidas para mejorar los derechos laborales y condiciones de seguridad de los trabajadores agrícolas desde 2025, buscando una aplicación efectiva de las normativas de la UE. Se prioriza el apoyo a explotaciones pequeñas y medianas, asegurando que los beneficios alcancen a los agricultores activos. La igualdad de género y el fomento de la participación juvenil en la agricultura se establecen como nuevos objetivos. Además, se crea una reserva financiera de al menos 450 millones de euros para responder a futuras crisis.
Innovaciones ambientales:
Se introduce una “Arquitectura Verde” que incorpora el concepto de eco-esquemas, subvenciones en base a la adopción de Buenas Condiciones Agrarias y Medioambientales (GAEC) y, Medidas Agroambientales y Climáticas (AECM). Tanto las condiciones agrarias como las medidas medioambientales dependen de los Planes Estratégicos Nacionales, pero por norma general incluyen principios muy similares para todos los estados miembros. Tanto las GAEC como las AECM se ajustan a los Planes Estratégicos Nacionales, pero por norma general incluyen principios muy similares para todos los estados miembros.

Eco-esquemas: La nueva moneda de la PAC
Una de las novedades más interesantes de estas PAC son los eco-esquemas o eco-regímenes, incentivos económicos anuales ofrecidos a los agricultores que, por su propia voluntad, decidan implementar prácticas beneficiosas para el medio ambiente en sus tierras. Aunque los agricultores no están obligados a participar en estos eco-esquemas, todos los países de la Unión Europea deben ofrecer al menos uno de estos programas en sus estrategias para la PAC.
Tomemos el caso de España, donde se han diseñado 9 eco-esquemas adaptados a las características propias de su agricultura, como el apoyo al pastoreo tradicional y la diversidad en campos mediterráneos, o incentivos para rotar cultivos y sembrar sin arar en tierras áridas. En los Países Bajos, han tomado una dirección aún más directa, creando un eco-esquema que les permite a los agricultores escoger entre 22 prácticas diferentes. Como vemos, todo esto significa que los países tienen más libertad para ajustar estos programas a sus necesidades medioambientales y climáticas específicas.
Sin embargo, el cambio hacia estos nuevos sistemas no está siendo tan sencillo como se esperaba. En toda Europa, menos agricultores de lo previsto están beneficiándose de los eco-esquemas. Esto no significa necesariamente que los productores no estén implementando prácticas a favor de la sostenibilidad, y puede deberse, por el contrario, a la complejidad de su comprensión y aplicación. Si los incentivos no son lo suficientemente atractivos o si el proceso para acceder a ellos es demasiado complejo, es probable que muchos agricultores, como ya está sucediendo en varios lugares de Europa, opten por no participar.

Un futuro más ecológico en juego
En resumen, esta PAC ha traído consigo importantes cambios, pero estos no se están reflejando en el apoyo real a los agricultores para la creación de una agricultura más sostenible y ecológica en Europa. Por si fuera poco, la flexibilización que se propone desde la Comisión Europea a partir de las recientes protestas empeoraría la situación: se sugiere eliminar la obligatoriedad de ciertas condiciones (GAEC), tales como el mantenimiento de pastos permanentes, la cobertura del suelo y la protección de humedales y turberas.
Por ejemplo, actualmente se exige a los agricultores dedicar al menos un 4% de la tierra arable a la biodiversidad para mantener los subsidios completos de la CAP, pero esta medida estaría en riesgo de eliminarse. Además, se planea suavizar las normas sobre la cobertura mínima del suelo y la rotación de cultivos, así como permitir excepciones que prescindiría de prácticas cruciales para la conservación de recursos naturales, como la labranza mínima, siembra directa, rotación de cultivos y el mantenimiento de áreas dedicadas a la biodiversidad.
Estas medidas podrían eximir al 65 % de los beneficiarios de la PAC de controles relacionados con las GAECs, lo que representaría un retroceso en comparación con el período anterior de la política agraria, que tampoco logró detener el declive de la biodiversidad. Si esto sigue adelante, esta PAC podría pasar de ser, sobre el papel, la versión “más verde” hasta la fecha, a representar un paso atrás con un posible impacto negativo tanto en la biodiversidad y la salud del suelo, y, por lo tanto, en la productividad y rentabilidad de las fincas a largo plazo.
“La Comisión Europea está a punto de desmantelar unos requisitos de condicionalidad que se basan en pruebas científicas inequívocas, y que ha reconocido explícitamente como herramientas esenciales para abordar los actuales problemas climáticos, medioambientales y de biodiversidad.”
Por otro lado, la agricultura ecológica tampoco parece encajar en este rompecabezas en el que se está convirtiendo la PAC. Recordemos que la Unión Europea, dentro de las estrategias mencionadas anteriormente, se ha marcado el ambicioso objetivo de que, para 2030, un 25% de la tierra agrícola se cultive de forma ecológica. Considerando que rondamos el 10% actualmente y que las políticas actuales de subvenciones no apoyan a los agricultores europeos para ello, dudamos que se alcancen este objetivo, de no ser por el apoyo de iniciativas como CrowdFarming o de los consumidores. De hecho, países agrícolas clave como Austria, Francia, Alemania y España, han decidido apretarse el cinturón recortando los pagos para la agricultura ecológica en comparación con el período anterior de la PAC. Esta decisión resulta bastante paradójica, especialmente cuando se considera el compromiso de “no retroceder”, asegurando que la nueva PAC debería ser más beneficiosa para el medio ambiente y el clima que su predecesora.

A este ajuste en los presupuestos, se le suma la dificultad que enfrentan los agricultores ya certificados como ecológicos para enmarcar sus prácticas dentro de los eco-esquemas, creando una especie de laberinto burocrático que complica, en vez de incentivar, la agricultura ecológica. Por ejemplo, el esquema de “no aplicación de pesticidas” excluye a agricultores ecológicos sencillamente porque ya lo hacían anteriormente. Casos como este no solo dificultan el progreso de la agricultura ecológica europea, sino que también plantea la posibilidad de que los agricultores ecológicos menos convencidos regresen a prácticas convencionales para recibir dichas subvenciones. Incluso, en ciertos contextos, como el francés, agricultores que cumplen con estándares menos estrictos que los del sello ecológico, llegan a igualar o incluso superar los pagos recibidos por estos, lo cual envía un mensaje confuso.
Para concluir, es esencial orientar la PAC a la sostenibilidad del sector agroalimentario, y no únicamente a su supervivencia. Si no migramos hacia un sistema agroalimentario más sostenible, el coste de mantener el sector a flote será cada vez más caro, con unos suelos – y unos agricultores – cada vez más empobrecidos. Esto significa que no debemos aflojar o disminuir las normas ambientales, si no, por el contrario, debemos incentivar el progreso de los agricultores hacia una agricultura ecológica y regenerativa. La ambición de la Unión Europea de que más agricultores avancen hacia la agricultura ecológica es clara, y la PAC, que supone un tercio de los presupuestos de la UE, debe actuar como un catalizador positivo, nunca como un obstáculo.
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