Nos hemos acostumbrado a tener casi la totalidad de productos frescos que se cultivan globalmente disponibles en cualquier época del año. Este mar de posibilidades se consigue principalmente por dos vías – la importación de otros países o la creación de entornos artificiales para que la planta se desarrolle localmente – es decir, invernaderos.
Sin embargo, a medida que aumenta la conciencia sobre el impacto ambiental, nos planteamos según qué factores tomamos nuestras decisiones de consumo, ¿según la distancia al lugar de producción?, ¿su consumo de agua?, ¿el consumo energético? Específicamente, en este artículo exploramos los factores que pueden influir en la decisión de importar un producto o cultivarlos localmente de forma artificial en invernaderos calefactados.
Estudios han observado que el impacto medioambiental de la industria agroalimentaria está estrechamente relacionado con el control artificial de la temperatura – ya sea calefacción o refrigeración – para la producción y conservación de alimentos:
- El 85% del impacto en climas fríos se debe a los procesos de calefacción y electricidad.
- El 65% del impacto en climas cálidos se debe a los procesos de refrigeración y electricidad.
Es importante considerar tanto la huella de carbono como la disponibilidad de agua al seleccionar la mejor opción. Algunos estudios han concluido que, desde una perspectiva de huella de carbono, importar vegetales producidos en países cálidos del sur durante los períodos en que la producción del norte requiere calefacción puede ser más beneficioso.
Desde una perspectiva de agua, la obtención de vegetales de países con escasez de agua plantea dudas —aunque tenemos que tener en cuenta que los impactos de la escasez de agua varían también según la ubicación concreta dentro del país y según el manejo más o menos eficiente del agua que se dé en cada finca o invernadero.
Pero, echémosle un vistazo más de cerca a las alternativas:
Realmente la importación de verduras ofrece ciertas ventajas en comparación con el uso de invernaderos calefactados.
En primer lugar, desde una perspectiva ambiental, la importación tiende a generar menos emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) en general, incluyendo las relacionadas con el transporte de los productos. Al no requerir el empleo de invernaderos, se evita la emisión de gases asociados a la calefacción de estos espacios cerrados. Esta reducción en las emisiones de GEI contribuye a la mitigación del cambio climático.
Sin embargo, es cierto que la importación de verduras también tiene sus debilidades. En términos de recursos hídricos, como mencionamos anteriormente, los países productores de verduras, que son más cálidos y aptos para el cultivo durante todo el año, suelen requerir una mayor cantidad de agua. Especialmente en regiones con escasez de agua, como áreas áridas o semiáridas, la producción de verduras puede ejercer una presión adicional sobre los recursos hídricos locales.
Además, a nivel de uso de tierra, la producción al aire libre necesita más terreno para obtener la misma cantidad de producción en comparación con los invernaderos. Esto se debe a que los invernaderos permiten un mejor control del entorno y, por lo tanto, una mayor eficiencia en el empleo de la tierra.
- Presenta ventajas en reducción de emisiones de GEI y huella plástica.
- Puede ser menos eficiente en el uso de recursos hídricos y de la tierra.
Existen multitud de tipos de invernaderos, pero hay una gran diferencia que los separa.
Por un lado, existen los invernaderos calefactados de forma artificial, y, por otro, aquellos que producen un efecto invernadero – de subida de las temperaturas – únicamente a través de la energía solar. Estos últimos no necesitan energía adicional para el control de la temperatura y son los más comunes en zonas de por sí cálidas, como es el caso del sur de Europa.
Los primeros, invernaderos calefactados de forma artificial, son una herramienta de producción que ofrece ventajas significativas. En primer lugar, permiten la producción de alimentos fuera de la estación típica del cultivo, lo que elimina la dependencia de la época del año para obtener productos frescos. Esto desafía el concepto tradicional de “temporada” y nos brinda acceso a una variedad de alimentos durante todo el año.
Además, los invernaderos calefactados nos brindan la capacidad de cultivar en cualquier lugar del mundo, independientemente de las condiciones climáticas locales, incluyendo la disponibilidad de horas de sol, temperatura y humedad. Esto es especialmente relevante en regiones donde la agricultura al aire libre sería limitada o incluso imposible.
Cabe señalar que muchas de las ventajas que los invernaderos pueden aportar al cultivo no están necesariamente relacionadas con el uso de la calefacción. Por ejemplo, en regiones cálidas, como el sur de Italia o España, los invernaderos y las mallas de sombreo también se utilizan para refrescar las temperaturas durante los meses de verano al reflejar la luz solar. En otras latitudes, -como Alemania, Francia o el norte de Italia- se utilizan para prevenir los daños causados por tormentas, como el granizo, cada vez más frecuentes. De este modo, los agricultores tienen más garantías de éxito en la cosecha.
El nivel de control del entorno del cultivo depende principalmente de la innovación, inversión y energía que se dedique a adaptar estos factores ambientales para que la planta se desarrolle de forma óptima, a través del control de temperatura, de luz, de humedad, de ciclos del agua, etc. En definitiva, un proceso que puede llegar a ser altamente costoso en términos financieros y energéticos y que vemos ejemplificado en la producción de cannabis.
Sin embargo, es importante reconocer que esta aparente ventaja tiene un costo medioambiental significativo. Para lograr el funcionamiento eficiente de los invernaderos calefactados, se requiere una mayor inversión de recursos, tanto materiales como energéticos. La calefacción constante para mantener una temperatura óptima en el interior del invernadero consume una cantidad considerable de energía, lo que puede tener un impacto negativo en las emisiones de gases de efecto invernadero y contribuir al cambio climático. Además, el uso de materiales en la construcción de invernaderos, como el plástico, también puede generar residuos y tener un impacto en la contaminación ambiental.
- Ofrecen ventajas en la producción fuera de temporada y adaptación a diferentes climas.
- Presentan un alto costo medioambiental asociado a la emisión de gases de efecto invernadero y la utilización de recursos plásticos.

Veámoslo con el caso de los tomates
El tomate se importa principalmente de países más cálidos como España o Marruecos hacia países como Alemania o Francia. Un estudio realizado por la Agencia Francesa de Medio Ambiente y Gestión de Energía (ADEME) y el Centro de Cooperación Internacional en Investigación Agronómica para el Desarrollo (CIRAD) examinó la importación de tomates desde Marruecos a Francia, que cubre el 68% de los tomates frescos importados.
Según este estudio, el cultivo de tomates en invernaderos no climatizados en el sur de Marruecos y su posterior exportación tuvo un impacto menor en el uso de energía y calentamiento global en comparación con los tomates franceses cultivados en invernaderos climatizados. También se confirmó que la exportación de tomates de invernaderos no calefactados marroquíes tiene un impacto significativamente menor que la producción local francesa en invernaderos calefactados en términos de eutrofización marina y de agua dulce, con una reducción del 95% y 38%, respectivamente. Incluso considerando el empaquetado y transporte, los impactos se reducen en un 79% y 8%, respectivamente.
Por otro lado, no debemos olvidar que los cultivos que requieren mucha agua en áreas con escasez de agua plantea problemas importantes. La demanda de agua dulce de los tomates marroquíes fue casi cuatro veces mayor (28,0 L de H₂Oeq por kg frente a 7,5 L de H₂Oeq por kg para los tomates franceses). Esto no quita que las medidas de eficiencia del agua puedan tomar un papel fundamental en la reducción de la huella hídrica del producto.
Cabe mencionar que el estudio no está reflejando otras cuestiones más complejas, como las condiciones de producción en el lugar de origen.
No todos los tomates son iguales
El cultivo de tomates bajo condiciones naturales, en un sustrato – en la tierra – y al aire libre, con exposición directa al sol, puede beneficiar significativamente su crecimiento. Existen varias razones por las cuales esta práctica puede ser ventajosa.
En primer lugar, el uso de un sustrato natural y rico en nutrientes proporciona una variedad de elementos esenciales más amplia que los que se encuentran en condiciones de invernadero. Esto favorece el desarrollo de frutos más saludables, nutritivos y de alta calidad.
Además, dado que los tomates tienen un crecimiento rápido, necesitan al menos entre 6 y 8 horas de luz solar directa diaria. La exposición directa al sol influye en gran medida en las cualidades organolépticas, incluyendo por supuesto el olor y el sabor.
¿Cómo se relacionan el sol y la planta? La luz solar presenta diferentes longitudes de onda en distintos momentos del día, como al amanecer, al mediodía y al atardecer. Cada longitud de onda de luz tiene un color específico que las hojas de las plantas perciben. Estos colores proporcionan diferentes beneficios a las plantas de tomate. Por ejemplo, la luz roja contribuye a que las plantas desarrollen sus frutos a la vez que crecen altas y fuertes, mientras que la luz azul contribuye a la producción de frutas más firmes y su maduración en el momento más adecuado. Por otro lado, la luz violeta va a ayudar a prevenir enfermedades o el crecimiento de hongos en plantas. Para que reciban toda esta gama de colores, siempre será preferible que las plantas no estén expuestas a estructuras que les aporten sombra de forma parcial o total.
Finalmente, hemos de tener en cuenta que el tomate es un fruto climatérico. Esto quiere decir que su proceso de maduración continúa y se completa una vez ha sido desprendido del resto de la planta, un proceso puede durar varios días. Por esta razón, si los tomates se recolectan en un estado adecuado y se transportan rápidamente en condiciones óptimas de temperatura y humedad, es posible no solo mantener sus cualidades —como sabor, textura y color— durante el viaje desde el campo hasta los hogares de los CrowdFarmers, sino conseguir que lleguen en un momento óptimo.
¿Cuál es la mejor solución?
En resumen, tanto los invernaderos calefactados como la importación de verduras presentan ventajas y desafíos en términos de producción alimentaria.
Aunque los invernaderos calefactados permiten la producción fuera de temporada y en diferentes climas, tienen un costo enorme medioambiental debido al mayor consumo de recursos energéticos. Por otro lado, la importación de verduras reduce las emisiones de gases de efecto invernadero y la huella plástica, pero puede requerir más espacio y recursos hídricos si no se hace un manejo eficiente de los mismos.
Por otro lado, tenemos que tener en cuenta como afecta a la calidad nutricional y organoléptica – al sabor – el ambiente en el que crece un tomate, el sol que recibe y el suelo en el que crece, especialmente si se trata de suelos ecológicos, o más aún regenerativos, con mayor vida en su interior y mayor capacidad de transmitir nutrientes y minerales a la planta y, en consecuencia, al producto.
Y es que, ¿quién no añora un buen tomate como los de antaño?

Fuentes
- Payen, S., Basset-Mens, C., & Perret, S. (2015). LCA of local and imported tomato: An energy and water trade-off. Journal of Cleaner Production, 87, 139–148. https://doi.org/10.1016/j.jclepro.2014.10.007
- Stoessel, F., Juraske, R., Pfister, S., & Hellweg, S. (2012). Life Cycle Inventory and Carbon and Water FoodPrint of Fruits and Vegetables: Application to a Swiss Retailer. Environmental Science & Technology, 46(6), 3253–3262. doi:10.1021/es2030577
- Pyrgioti, S. (2022, December 22). The great debunking of climate myths: Transportation. CarbonCloud. https://carboncloud.com/2022/03/28/climate-myths-transportation%EF%BF%BC/
- Golzar, F., Heeren, N., Hellweg, S., & Roshandel, R. (2019). A comparative study on the environmental impact of greenhouses: A probabilistic approach. Science of The Total Environment. doi:10.1016/j.scitotenv.2019.04.092
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