La COP 28 concluyó el mes pasado en Dubai, levantando expectativas y asombro por igual. En un principio, el evento suscitó cierto escepticismo, dado el número de grupos de presión presentes y la posición del Presidente de la COP (nada menos que el Consejero Delegado de una importante empresa de combustibles fósiles). Sin embargo, terminó con un claro enfoque en la transición hacia el abandono de los combustibles fósiles y una atención especial a los sistemas alimentarios. Al desgranar las principales conclusiones, encontramos una curiosa mezcla entre avances y limitaciones.
¿Qué se decidió?
En el centro de los debates de la COP 28 se puso un énfasis sin precedentes en el abandono de los combustibles fósiles. Un reconocimiento significativo que nunca se había debatido tan explícitamente en anteriores COP. El acuerdo final insta a los países a abandonar el uso de combustibles fósiles como fuente de energía con el fin de alcanzar las emisiones netas cero en 2050. Tras casi 30 años de COP climáticas de la ONU, ésta es la primera que especifica la necesidad de tal disminución en el uso de todos los combustibles fósiles, con mucho el mayor contribuyente al calentamiento global.
En cuanto a las decisiones positivas alcanzadas, más de 100 países se comprometieron a triplicar las energías renovables, los principales actores del sector del petróleo y el gas se comprometieron a descarbonizar sus emisiones directas y a tomar medidas significativas para reducir las emisiones de metano, y más de 100 países firmaron una declaración para centrarse en el impacto de los cambios alimentarios y del uso de la tierra en las emisiones de carbono.
Además, se aprobó un fondo para pérdidas y daños causados por el cambio climático, largamente buscado, ya que algunos países se comprometieron a aportar más de 400 millones de dólares el primer día, en una medida que ha permitido poner en marcha el fondo, acompañado de miles de millones de dólares en compromisos de financiación climática por parte del sector público y privado. El objetivo de esta medida crucial es proporcionar un apoyo esencial a quienes se enfrentan actualmente a los efectos del cambio climático, permitiéndoles gestionar la crisis en lugar de verse atrapados en un ciclo de endeudamiento para hacer frente a sus consecuencias.

Entonces, ¿son todo buenas noticias?
Aunque todos estos avances son esperanzadores, la ausencia de plazos y calendarios concretos suscitó algunas inquietudes. Algunos críticos argumentaron que la declaración dejaba margen para muchas lagunas, ya que el compromiso carecía de planes concretos de aplicación. Uno de los obstáculos para lograr avances significativos fue la notable presencia de intereses empresariales en la conferencia, sobre todo de grandes grupos de presión. Su influencia dificultó la orientación de los debates hacia prácticas más viables. Los representantes de la industria estuvieron presentes en Dubai en cifras récord: 2.456 delegados del sector del petróleo y el gas, 475 de la industria de captura y almacenamiento de carbono (CAC), más de 100 de la agroindustria y muchos más de otros sectores.
¿Y la agricultura?
En un giro sorprendente y necesario, nos alegró ver que la COP 28 ponía en primer plano los sistemas alimentarios. Reconociendo su impacto sustancial en el cambio climático, la cumbre incluyó una declaración sobre agricultura sostenible firmada por más de 130 países. La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) dedicó un día entero a la alimentación y la agricultura. Lo más importante para nosotros es la clara necesidad de acelerar la agricultura regenerativa:
Las principales organizaciones alimentarias y agrícolas se comprometieron a asociarse con 3,6 millones de agricultores para acelerar la transformación de más de 160 millones de hectáreas (tres veces la superficie de España) en paisajes regenerativos, con una inversión inicial de 2.200 millones de dólares.

La agricultura regenerativa, como ahora sabemos, es clave para que la agricultura tenga un impacto climático positivo. Las investigaciones realizadas en la UE han demostrado que un aumento del 20% en el número de agricultores que utilizan técnicas regenerativas reduciría las emisiones en un 6%, al tiempo que mejoraría la salud del suelo y los ingresos de los agricultores.
La mayor atención prestada a la alimentación en la COP 28 supuso un cambio con respecto a cumbres anteriores, al reconocer su importante papel en las emisiones de gases de efecto invernadero. La declaración sobre agricultura sostenible, una medida de apertura digna de mención, hizo hincapié en el compromiso mundial de integrar la alimentación y la agricultura en los planes climáticos.
La hoja de ruta de la FAO esbozó estrategias para alinear la producción mundial de alimentos con los objetivos climáticos, haciendo hincapié en la reducción de las emisiones de metano procedentes de la ganadería y la reducción a la mitad de las emisiones de residuos alimentarios para 2030. Los defensores esperan que esta hoja de ruta no vinculante guíe a los países en la integración de los sistemas alimentarios en sus objetivos climáticos y desbloquee potencialmente más financiación para soluciones basadas en el sector alimentario. Aunque estos anuncios fueron sustanciales, el documento final del acuerdo recibió críticas por no ir lo suficientemente lejos, y algunos lo consideraron una oportunidad perdida para impulsar medidas más concretas en los sistemas alimentarios. Aunque la influencia de las empresas sigue siendo motivo de preocupación, los expertos reconocen los progresos realizados para sentar a la mesa a los sistemas alimentarios y fomentar un debate más inclusivo en torno a la agricultura sostenible.
¿Con qué nos quedamos?

La conferencia logró avances en el reconocimiento de la urgencia de la acción climática, sobre todo en la reducción de los combustibles fósiles y los sistemas alimentarios sostenibles. Sin embargo, persiste la persistente preocupación de que estas medidas puedan no ser suficientes para alcanzar objetivos climáticos ambiciosos. El delicado equilibrio entre la intención y la aplicación sigue existiendo, lo que subraya la necesidad de adoptar medidas más decisivas para hacer frente a la aceleración de la crisis climática.
En el gran esquema de la COP 28, los avances y los retrocesos se entremezclan, pintando un cuadro matizado de los esfuerzos colectivos hacia un futuro sostenible. Los debates sobre los combustibles fósiles y los sistemas alimentarios ponen de manifiesto la evolución del panorama de las negociaciones sobre el clima y reflejan tanto el compromiso mundial con el cambio como los retos que plantean los intereses creados. A menudo se tacha a estas reuniones de palabrería, y no pueden cambiar nada instantáneamente sobre el terreno. Pero normalizan ideas y medidas que antes se consideraban demasiado radicales para ser acordadas a escala mundial, como la necesidad de abandonar los combustibles fósiles. Sin embargo, la COP no puede limitarse a hacer anuncios. Los grandes anuncios sólo son relevantes si van acompañados de la rendición de cuentas. Mientras reflexionamos sobre la COP 28, el camino que queda por recorrer exige una colaboración continua, transparencia y un compromiso firme para traducir las intenciones en acciones significativas.
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